viernes, 16 de abril de 2010

CONSCIENCIA URBANA. ALGUNOS APUNTES SOBRE EL TRABAJO DE DOSJOTAS.


Perdido en el magma urbano camina a ciegas por calles atestadas de gente, al girar a prisa una esquina mira su reloj, sólo ha avanzado unos metros cuando suena su teléfono móvil, se detiene y comienza a hablar junto al escaparate de un locutorio de barrio. Instantes después cuelga y reanuda la marcha, pero algo ha captado su atención, vuelve a detenerse. En uno de los extremos del cristal de la tienda, un par de palmos por encima de su cabeza, advierte una pegatina. Al principio le parece publicidad de alguna agencia de seguridad, pero al escudriñar con más detenimiento descubre una carita sonriente con el texto sonríe a la cámara y siéntete protegido. Estimado y casual urbanita, acaba usted de descubrir a dosJotas.

La primera vez que tuve ocasión de escribir sobre este artista fue para el periódico Diagonal, hará ya cosa de año y medio, en aquella ocasión titule el artículo “La ciudad como campo de acción”. A día de hoy me gustaría hacer breve consideración sobre ese título:

La ciudad como campo de acción no define con la precisión que se debiera la práctica de dosJotas, quedándose en una mera indicación del lugar de trabajo, mezclando la producción de este artista dentro del maremágnun habitual de ese cajón de sastre conocido como street art. La ciudad es el escenario dónde se desarrollan todo tipo de prácticas dispares, desde el graffiti más tradicional hasta el más sesudo arte urbano, pasando claro está, por acciones de “decoración de mobiliario callejero y adecentamiento de plazas y jardines”. Las intervenciones de dosJotas ocurren en la ciudad, pero ésta es sólo un telón de fondo, el objeto de estudio y las problemáticas a las que se enfrentan son lo urbano, lo urbano como contexto dónde se relacionan los habitantes de la ciudad de una forma especial – pasiva –, una situación concreta, que no es exclusiva de la ciudad, sino que es el resultado de haber transformado las calles y arterias de ésta en meros lugares de tránsito saturados de información/publicidad.

En esta selva de mensajes luminosos y vallas publicitarias, habitada por truhanes de todo tipo y condición, es dónde mora el arte de dosJotas. Sus obras se encuentran invariablemente camufladas en una suerte de metáforas mimetizadas con el paisaje. Las intervenciones de dosJotas se apropian del lenguaje de la calle, de la señalética o del paisaje, para pasar desapercibido y aparecer de forma repentina en nuestro tránsito por la ciudad. Al actuar de esta forma hace del paseante un descubridor, que al interactuar con la pieza, al descubrirla, torna su rol pasivo en activo – el mero hecho de percibir una intervención de dosJotas, de ser consciente de su presencia, es una forma activa de estar presente en la ciudad – . De esta forma toda pieza de dosJotas está intrínsecamente relacionada con su contexto, necesita de él para tener sentido, de modo que: fuera de ese lugar – en una galería de arte, por ejemplo –, sería un objeto absurdo, quizás un fetiche para coleccionista ávido de baratijas, pero como obra estaría absolutamente muerta. El trabajo de dosJotas es por y para la calle.

Desde sus comienzos este método de trabajo le ha llevado a un alto grado de consciencia cívica – por utilizar un término al uso –, expresando a través de sus piezas problemáticas y situaciones latentes en el corazón de toda urbe moderna. Trabajando sobre la obsesión por la seguridad y la consecuente pérdida de intimidad que conlleva, la soledad y nimiedad del individuo en su vida urbana (que no ya ciudadana, como se hubiese entendido en el Siglo de las Luces), el absurdo del consumismo como forma de vida oficial, la gentrificación, la musealización de la ciudad, etc. Temas que con premeditación, alevosía y por sorpresa, aparecen en las calles de la ciudad a través de intervenciones que ponen de manifiesto las condiciones de vida del urbanita. Un trabajo realizado desde una estética severa y rigurosa pero efectiva, que plantea un reto a la comercialización y espectacularización del arte, rompiendo esta lógica espectacular a través del mimetismo con las formas urbanas y plantando cara a la comercialización al fundirse en el propio trasiego de la ciudad. Método de trabajo loable que ha dado sus frutos en ciudades tan dispares como Madrid, Berlín, New York, Los Ángeles, Valencia o Barcelona – por citar solamente algunas –, lo que pone de manifiesto la triste homogeneidad imperante en tiempos de la globalización.

En definitiva, la labor artística de dosJotas es una práctica callejera, de guerrilla si se quiere, a través de la cual tomar consciencia del lugar que ocupamos en la vida urbana y al mismo tiempo reivindicar formas de vida más activas y humanas.
carlos g. de castro

INTERVENCIONES RECIENTES DE DOSJOTAS
EMERGANCY EXIT
Estación de metro Príncipe Pío, salida centro comercial




ARBEIT MACHT FREI

La frase “Arbeit macht frei”(el trabajo os hará libres), cruel mensaje citado en las puertas de los campos de concentración nazis, es descontextualizada e integrada en las estructuras económicas actuales por medio de la apropiación del logotipo del FMI (Fondo Monetario Internacional).



MÁS SOBRE DOS JOTAS

viernes, 2 de abril de 2010

LA CRÍTICA DE ARTE COMO DIÁLOGO

PUBLICADO EN EL Nº 3 DE LA REVISTA NOTON (ANTIGUA ACCM)

Niño escribiendo al pie de una escultura de Richard Serra

Al enfrentar la obra de arte el crítico se aproxima a ella armado de su bagaje cultural, demostrándolo de manera explícita o implícita en el discurso resultante. De este choque surge un punto de vista subjetivo que, al dirigirse a la realidad de la obra, da lugar a un texto único en el que su narrador (el crítico) refleja exclusivamente el fragmento de una totalidad (la obra), teniendo presente que en ningún caso agotará las lecturas posibles de la misma.

La crítica de arte es una recepción escrita, como la contemplación es una recepción ágrafa, del hecho artístico. En ambos casos es esencial tener presente que: toda recepción depende del punto de vista del receptor y únicamente capta un número limitado de facetas de la realidad, nunca todas. Llegamos así a una primera conclusión: no existe una crítica de arte total capaz de captar la infinidad de lecturas que componen una pieza, siempre será posible añadir algo más a medida que la existencia de la obra transcurre en el tiempo. Siendo así porque: mientras la creación es algo concreto existente en el mundo real; la crítica es una abstracción, la descripción de ese objeto/documento/hecho, existente únicamente en el ámbito del lenguaje.

Queda de este modo patente que una parte esencial en el relato (la crítica) es la presencia del narrador (el crítico). La consciencia de esta figura es fundamental a la hora de evitar caer en la tentación de pensar en el texto crítico como un relato objetivo, capaz de sintetizar el sentido último de la pieza y anular por tanto toda valoración ulterior (o anterior).

Ahora bien, si la crítica de arte es ineludiblemente subjetiva y toda formulación que realice es una reducción de significados de su objeto referencial ¿Qué sentido tiene su existencia? O más sencillamente ¿Qué valor puede ofrecer una nueva descripción de un hecho artístico? Si la obra de arte fuera reducible a una única lectura, la dada en el momento de su creación por el artífice, ninguno.

Lo principal aquí es que la obra de arte trasciende su autor, adquiriendo una autonomía propia. Cabría entonces la posibilidad de entender la obra de arte como una narración en el tiempo y que va enriqueciéndose con las lecturas y relecturas realizadas por sus receptores (el público activo). Cuando un receptor realiza un texto por escrito, una crítica, ésta pasa a formar parte de la existencia de la pieza enriqueciendo la pluralidad de sus significados. Siendo nuestra segunda conclusión la siguiente: la figura del crítico se justifica únicamente como lector que fija por escrito las conclusiones de su lectura, dada la imposibilidad de ser juez último del objeto que lee.

Si el crítico reconoce la autonomía de la obra y su incapacidad para realizar una abstracción última de su esencia, llegará a descubrir que su papel es el de un dialogante, única posición desde la que no reduce la realidad del hecho artístico. Además, situado en este lugar, realiza una labor activa en vez de ser una voz pasiva que sentencia sobre la obra, iniciando un diálogo entre la nueva descripción que ha realizado, las descripciones anteriores, el lector de la crítica y la obra de arte en sí.

El papel del crítico tendría entonces sólo sentido en el seno de una comunidad cultural, dentro de la cual sería el reactivador de una conversación por medio de su opinión – que también le trasciende y no será igualmente entendida por la colectividad de sus lectores –. Planteando ya nuestra tercera y última conclusión: la crítica de arte puede ser entendida como un diálogo dentro de una comunidad a fin, teniendo únicamente sentido dentro de ella y siendo difícilmente extrapolable a contextos culturales no familiarizados con el diálogo continuado por el crítico[1].

carlos g. de castro
Gerena 2 de abril de 2010

[1] Este texto ha surgido tras una reflexión sobre la lectura del prólogo que, para la edición de Cátedra de San Manuel bueno, mártir, de Miguel de Unamuno, realizara Mario J. Valdés.