sábado, 17 de diciembre de 2011

El triunfo de la voluntad en el espacio de la representación

ANDREAS FOGARASI
Andreas Fogarasi. Vasarely go home / La ciudad del color, 2011.
 © Cortesía de MNCARS

La Ciudad de Color / Vasarely Go Home
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Madrid

Construir / Desmontar
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
Sevilla

Desde el mes de septiembre y hasta enero tenemos simultáneamente en España dos exposiciones de Andreas Fogarasi (Viena, 1977), La Ciudad de Color/Vasarely Go Home en el MNCARS de Madrid y Construir/Desmontar en el CAAC de Sevilla. Las muestras, tomando diferentes objetos de análisis, realizan una aproximación crítica a los modos en que las instituciones culturales, políticas y económicas que nos dominan instrumentalizan el arte, la arquitectura y en general todo el ámbito de la representación para asegurar su hegemonía.

En La Ciudad de Color/Vasarely Go Home, Andreas Fogarasi confronta dos realidades diferentes que bajo la lupa inquisidora del artista dejan de ser antimonias para confundirse en una sola realidad. De un lado el uso del arte de vanguardia en la Budapest de finales de los sesenta para apuntalar y legitimar la utopía socialista; del otro, el uso constante de la cultura contemporánea por parte de nuestras instituciones para transmitir y reforzar la ideología paneconómica de la utopía capitalista. En nuestros días, no deja de resultar llamativo que ante la devastadora crisis económica, el modelo aparentemente “triunfador” sea el modelo productivo chino, una versión de capitalismo sin democracia.

A partir de aquí, la muestra madrileña se organiza en torno al documental Vasarely Go Home, una serie de entrevistas a diversos personajes de la escena cultural húngara de finales de los sesenta, que narra la peculiar acción acometida por el artista János Major durante la inauguración de una retrospectiva de Víctor Vasarely en Budapest. En aquella época el gobierno de János Kádár, primer secretario del Partido Comunista Húngaro, se encontraba aislado internacionalmente. Dentro de este contexto, las autoridades del régimen crearon el Instituto de Relaciones Culturales, un organismo encargado de la proyección exterior del arte húngaro. En 1969 este instituto fue el encargado de organizar la exposición del creador del Op Art en Budapest. Vasarely, quién vivía en París desde los años treinta, era uno de los artistas húngaros de mayor reconocimiento a nivel internacional; traer sus obras a Budapest era una buena oportunidad para el régimen comunista de lavarse la cara. A la inauguración de la retrospectiva asistió János Major portando una diminuta pancarta en el bolsillo de su chaqueta con el lema Vasarely Go Home, que mostraba discretamente a los sorprendidos asistentes; gesto sencillo e irónico con el cual Major expresaba su rechazo a la apropiación del arte de vanguardia por parte de la oficialidad comunista. En las entrevistas de Fogarasi, que se acompañan además por una selección de fotos del acontecimiento, se analiza la situación cultural húngara de la época y la repercusión que en los espacios contrahegemónicos del país tuvo esta pequeña acción subversiva, recordada catorce años después por Géza Perneczky en un samizdat – folletín clandestino – autoeditado en 1983.

La exposición continúa a través de una serie de estructuras de mármol, a medio camino entre biombos chinos y esculturas minimalistas, que Fogarasi ha dispuesto como soportes para fotografías. Las imágenes que nos muestra siguen el hilo de la crítica institucional; en ellas vemos algunos proyectos diseñados por Vasarely para decorar las grises barriadas obreras del Budapest de los años sesenta y setenta. Acercándose al presente, encontramos también escenas urbanas de distintas ciudades donde el arte de vanguardia se ha transformado en una estética Kitsch que lo impregna todo de forma grosera, multiplicándose hasta el infinito en cada detalle de la ciudad, y dando lugar a esa urbe monótona y sin alma por la que anduviera, siempre jugando, el Sr. Hulot en la película Mi Tío de Jacques Tati. La muestra se completa con un conjunto de paneles de mármol, de aspecto funerario, en los que se han horadado los logotipos de diversas instituciones culturales.

Andreas Fogarasi. Construir / Desmontar, 2011. © Cortesía de CAAC Sevilla
Contruir/Desmontar, su exposición en Sevilla, cambia el objetivo de la crítica. En esta exhibición el inquisidor punto de mira de Andreas Fogarasi se centrará en las instituciones políticas y económicas, y las relaciones que éstas mantienen con el espacio urbano. Desde la estética sobria y minimalista que le caracteriza, Fogarasi desmonta la maraña de intereses que están detrás del urbanismo contemporáneo y nos ofrece un panorama en el que la banalización de las formas arquitectónicas, la homogenización de las ciudades en el capitalismo avanzado y la desintegración de la vida comunitaria, son caras de un mismo prisma: el mundo monoideológico de la paneconomía, donde no impera más lógica que la del valor de cambio.

Los diseños urbanos se construyen de modo vertical, el poder reúne a las poblaciones donde éstas son más rentables para el desarrollo económico. Así en Süden, 2005, a través de estructuras de madera que recuerdan a las presentes en una feria de diseño, Fogarasi muestra textos y material visual sobre las autostadt, las ciudades creadas en torno a las grandes fábricas de coches, objeto fetiche de la modernidad.

Pero, si la población abandona los antiguos núcleos urbanos ¿quién queda en los centros históricos? Un flâneur contemporáneo que hiciera sus juegos topográficos en nuestras ciudades no encontraría otra cosa que turistas y precarios trabajadores del sector servicio, además de aburrirse soberanamente por la ausencia de matices... Este hecho es destacado por Fogarasi en varias de las piezas presentes en Sevilla. En Cities, 2006 el artista dibuja a lápiz una serie de lemas como: The First City, The Golden City, Ville de Sport, etc. Con la misma letra y la misma cadencia estos lemas se presentan a lo largo de toda una pared, recalcando la imposibilidad de distinguir ya unas ciudades de otras. El tema continúa con sutil ironía en Public Brands, un work in progress sobre la sustitución de la ciudad por su marca. Fogarasi instala dos pantallas, una dedicada a ciudades alemanas y otra dedicada a regiones francesas, en donde sobrios y monocromos logotipos de estos topos se suceden hasta el infinito entre fundidos al blanco. Public Brands se completa con la instalación de una fotografía anular, sobre madera y cables de acero, tomada desde un edificio de la ciudad de Viena. En las cristaleras de este edificio el espectador atento encontrará adosadas letras de diferentes caracteres, incapaces de insinuar una diversidad cultural extinta bajo el manto banalizador de la mercancía.


La identidad urbana, reducida a mera marca, refuerza una serie de imágenes “positivas” de la ciudad mientras oculta todo aquello que afearía la idea prístina del parque de atracciones que se quiere vender. Este concepto es el que late en las obras Barcelona Sights, 2010 y Constructing/Dismantling, 2010. En la primera, Fogarasi coloca minúsculos dibujos de lugares de interés turísticos de la Ciudad Condal perdidos en un inmenso fondo blanco, quizás pensando en la imposibilidad de representar la heterogeneidad de la comunidad urbana por parte de estos edificios-insignias. La segunda está compuesta por tres vídeos grabados en la ciudad de Compostela: las obras del faraónico proyecto de Peter Eisenman para la Ciudad de la Cultura, una alfombra floral con el número 2010 barriéndose y creándose en bucle, y el desmontaje de un recinto ferial en la alameda de la ciudad. Proyecciones que nos dan una idea precisa del destino último de todas las viejas ciudades europeas: constituirse en decorados espectaculares para el desfile del turista y su dinero.

Esta idea de decorado cobra aún más fuerza en el vídeo Folkemuseum, 2010, rodado en el pueblo – museo donde el rey Oskar II quiso reunir toda la vida rural de Noruega. El absurdo llega a un grado tal que en esta pequeña Disneylandia anticipada conviven edificios de diferentes épocas y geografías. Fogarasi, no sin sentido del humor, añade textos sobre las imágenes donde se insinúa constantemente el alto grado de elaboración que pesa sobre la transmisión de la historia: «Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado», que diría George Orwell. Y es que el dominio sobre el espacio y la memoria son una y la misma cosa: luchas ideológicas por el poder.

Junto a la proyección de Folkemuseum, en el interior de una vanguardista caja negra de estética dispuesta para la ocasión, podemos ver la serie de vídeos Kultur und Freizeit, 2006/2007, obra presentada en el pabellón de Hungría durante la Bienal de Venezia de 2007. Las proyecciones narran las vidas de los Centros Culturales de Budapest, antiguos lugares para la encarnación de la utopía socialista y en la actualidad en proceso de digestión, articulación y transformación simbólica por parte de la autoridad capitalista.

Damnatio memoriae, construcción y desmontaje continuo de la historia, de la ciudad, de la información... Andreas Fogarasi nos invita a mantener una suerte de filosofía de la sospecha sobre los relatos oficiales, obligándonos a tener siempre presente aquella sentencia que Walter Benjamin expusiera, casi desesperado, en su tesis VII Sobre el Concepto de Historia: «No hay documento de cultura que no lo sea al tiempo de barbarie».

Carlos G. de Castro, 2011