Tira del
pomo dorado y entra. Observa el lugar y busca un sitio cómodo. Cerca
de la barra está bien. Deja el abrigo en una silla y la gorra sobre
la mesa. Ahora pide una cerveza. Bien, siéntate y ponte cómodo.
¿Escuchas la música? Siéntela, cierra los ojos.
¿Quizás
un cigarro? Mete la mano despacio en tu bolsillo y saca el paquete de
tabaco, despacio. Palpa las hebras, es buen tabaco, está fresco,
recién comprado. Colócalo en el papel y líalo con cuidado. ¿No
tienes mechero? ¡Vaya! Pídele fuego a la chica de al lado. Es
bonita ¿verdad? sonríele cuando te lo dé. ¡Eh! Parece que ella te
ha devuelto la sonrisa, no está mal... ¡No vuelvas la cara! ¡joder
tío!
En fin,
dale una buena calada al cigarro y vuelve a sentarte.
Mira a
tu alrededor, el lugar es hermoso, la gente se divierte ¿y tú? Tú
también deberías... El camarero lleva un sobrero que parece gustar
a la chica rubia que habla con él. Se lo quita y empieza a bailar.
Avanza sinuosa entre las mesas, se acerca a ti, su falda te roza las
rodillas. ¿Sientes un escalofrío? Eso es la vida. Frente a ti
conversa un grupo, parecen concentrados, el tema debe ser interesante
aunque tú no puedas escucharlo. La conversación la dirige un tipo
con gafas redondas y una melena larga, el resto escucha callado. Da
otra calada al cigarro.
¿Dónde
ha ido la chica que te dio fuego? ¡Ah! Creo que se te escapó. Ahora
tontea con un tipo cerca del baño. ¿Toses? ¿te quejas? No
aprovechaste tu oportunidad, no te lamentes.
Acaba de
entrar gente nueva en el bar, un grupo numeroso: una mujer con un
gorro cogida del brazo de un hombre de mediana edad, un latino con
una flor en el pelo que susurra al oído de una pelirroja a la que
hace reír, y una chica alta enfundada en una garbadina que mira a
todos con desdén. Tu mirada se cruza con la de ella, agachas la
cabeza ¡no tienes remedio!
Cambia
la música, suena un tema psicodélico, aunque con el garito lleno es
casi imposible escuchar. Déjate llevar... ¿te acuerdas? Hace mucho
tiempo bailaste esta misma canción, eras más joven y estabas en
otro país, pero la canción en la misma. ¡Oh! Sonríes, eso sí me
gusta. Los recuerdos te inundan mientras vacías la cerveza y tus
ojos se iluminan. Ese brillo... si pudieras mantenerlo siempre...
¿Te
quedaste sin cerveza? Será cuestión de levantarte a por otra,
procura no pisar a nadie por el camino. ¡Pero hombre! Chocas con la
chica que robó el sombrero del camarero, te ruborizas, ella se da
cuenta y te saca la lengua, enseguida se vuelva y saca a alguien a
bailar. Elige a un tipo de nariz aguileña, con una chupa negra y una
camisa roja. Se cogen de la cintura al mismo tiempo que tú alcanzas
la pequeña barra del local.
De
improviso tienes que quitarte, alguien se está subiendo a la
barra¡da un paso atrás! ¡Ey! ¡Es la chica que te dio fuego!
Quizás ahora tengas alguna oportunidad, con tu nariz a la altura de
sus tobillos... Se desata un pañuelo rojo de la cintura y lo pasa
por detrás de su cuello, se mueve bien, la gente empieza a
vitorearla y ella saluda.
Vuelves
a tu sitio con la segunda cerveza, sacas el móvil de tu bolsillo.
No. No has recibido el mensaje que esperabas. Lo vuelves a guardar
desencantado. Para qué preocuparse, coge más tabaco y lía otro
cigarro.
La gente
está tocando las palmas, la música se vuelve más festiva y el
camarero con un beso recupera su sombrero. Desde algún sitio que no
puedes ver llegan flores blancas a la barra y en el bar se canta
cumpleaños feliz.
Dentro de tres días es tu cumpleaños, ¿dónde vas a ir?
Jarras y
copas se reparten por todo el local. Las risas interrumpen el hilo de
tus pensamientos. Las imágenes aparecen y desaparecen en tu cabeza,
rítmicas, como las olas del mar, pero con cada nueva imagen olvidas
la anterior. ¿En qué estabas pensando? No te acuerdas.
Has
terminado la segunda cerveza. Quizás sea el momento de cambiar de
sitio. Aunque tienes el cigarro a la mitad. Miras al techo, el humo
de los cigarros asciende en columnas que dispersan dos ventiladores.
La luz es tenue, únicamente tres pequeñas lámparas y las velas de
las mesas iluminan el local. Te gusta. A tu izquierda un pareja joven
se besa, tras ellos un cuadro de una escena de baile. El lienzo rojo
destaca contra la pared blanca, el dibujo está hecho con trazos
rápidos, con mucha expresión, dos bailarines parecen flotar en el
fondo de un beso que se te hace eterno. Otra calada.
En la
barra aparece una tarta de chocolate, soplan las velas y reparten el
pastel. Apagas el cigarro en un cenicero de barro. Te levantas y
alzas nuevamente la vista. Fijas tus ojos en las bicicletas que
cuelgan del techo, a tu derecha una roja, a tu izquierda una negra.
Recoges tu abrigo y te colocas la gorra. Te vas.
Carlos G. de Castro
Bienvenido al relato. Ese es tu campo. Ahí juegas en casa y se te siente todo. Me ha gustado.
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